sábado, 11 de mayo de 2013

La importancia de los padres en la educación

Dice Jorge Bradury: “Tratar bien a un niño es también darle los utensilios para que desarrolle su capacidad de amar, de hacer el bien y de apreciar lo que es bueno y placentero. Para ello debemos ofrecerles la posibilidad de vivir en contextos no violentos, donde los buenos tratos, la verdad y la coherencia sean los pilares de la educación”.
B. El otro pilar de la parentalidad bientratante está constituido por las competencias parentales. Éstas hacen referencia a la capacidad de las madres y los padres para responder correctamente a las necesidades básicas infantiles.
Las funciones parentales tienen por finalidad asegurar los cuidados, la protección y la socialización que todos los niño/as necesitan para convertirse en adultos sanos. Para llevar adelante esta tarea de modo que efectivamente cumpla con su finalidad, se requiere disponer de ciertas competencias que forman parte de lo que se conoce como parentalidad social. La mayoría de los padres la asumen como una continuidad de la parentalidad biológica. Sin embargo, como señalábamos al comienzo, dependen de un trabajo que cada padre y cada madre realiza sobre sí mismo en relación con la crianza de sus hijos.

Estas competencias consisten en ciertas en ciertas capacidades y habilidades fundamentales que los padres ponen en juego. Se basan en las enseñanzas adquiridas en su familia de origen, en sus propias experiencias de vida y en la presencia de un contexto social adecuado.

Las primeras, se refieren al apego, la empatía, los criterios de crianza, la participación en redes sociales y el uso de los recursos que brinda la comunidad.

Las segundas, corresponden a los recursos emotivos, cognitivos y conductuales que permiten a los padres cumplir con las funciones parentales. Brevemente haremos referencia a las mismas.
a. Capacidades:
  • El apego es la capacidad que tienen los padres de vincularse afectivamente a sus hijos/as respondiendo a sus necesidades. El apego continuado y seguro permite al niño/a el desarrollo de la seguridad y auto-confianza necesarios para enfrentar los desafíos y las dificultades de la existencia.
  • La empatía es la capacidad “ponerse en el lugar del otro”. Posibilita a los padres comprender las vivencias de sus hijos mediante la comprensión de las manifestaciones emocionales y gestuales con las que el niño/a expresa sus necesidades y responder adecuadamente a ellas. Implica también la capacidad de transmitirle al niño por gestos o palabras que se lo entiende, que se está buscando una solución a su malestar.
  • Criterios de crianza son formas de percibir, comprender y dar respuesta a las necesidades de los niños, así como los modos de educación y protección. Ambos padres deben conversar y consensuar sus respectivos criterios para que los hijos no resulten “tironeados” por normas contrapuestas.
  • Participación en redes sociales y uso de los recursos de la comunidad es la capacidad de solicitar, aportar y recibir ayuda de familiares y redes sociales cuyo fin es promover la salud y el bienestar infantil. En este sentido las instituciones sanitarias, educativas y sociales para la atención de los niños deben conformar redes de apoyo visibles y confiables que contribuyan a una parentalidad eficaz.
b. Habilidades
La función parental tiene tres finalidades fundamentales: nutritiva, socializadora y educadora. Para cumplir con estas funciones se requieren ciertas de habilidades.
  • La función nutritiva, mediante tareas destinadas al cumplimiento de esta función consisten en suministrarles a los hijos los aportes materiales, afectivos, sociales, éticos y culturales para completar su proceso de maduración biológica, psicológica y social. Se relaciona con el apego y la empatía.
  • La función socializadora es la tarea destinada a la construcción del concepto de sí mismo y de la identidad del niño. En su génesis intervienen principalmente, la identificación con padres, los maestros y otras personas significativas tomadas como modelos, así como también los resultados de las propias acciones y experiencias. El concepto de sí mismo juega un rol fundamental en la formación de la identidad, en la estructuración de las características personales, en el modo de afrontar los problemas, en los patrones conducta, en las reacciones ante la frustración, en las conductas agresivas y defensivas y en el modo de comunicación.

Un concepto de sí mismo estable permite que los niños desarrollen de rasgos personales positivos, tales como la capacidad de evaluarse de forma realista, tener confianza en sí mismo y una autoestima elevada.

Los mensajes negativos y críticos constantes provocan, por lo contrario, un sentimiento de inferioridad e incapacidad, graves problemas de autoestima, inseguridad, carencia de confianza en sí mismo, malas adaptaciones personales y sociales.

  • Función educativa. La educación les permite a los niños acceder a un desenvolvimiento social adecuado.
Los padres o educadores asumen la responsabilidad de ser los principales educadores de sus hijos ejerciendo una autoridad caracterizada por el afecto y la empatía en una estructura jerarquizada. Su papel como educadores es indiscutible y uno de sus mayores logros es la incorporación en sus hijos de normas, reglas, leyes y tabúes que regulan la vida social.

Educar a un niño/a es, ante todo, un proceso relacional afectivo. Si no hay una vinculación afectiva la educación será deficiente o no existirá. Cuando el cariño y la ternura están presentes, el modelo educativo es nutridor y bientratante; cuando están ausentes es de malos tratos.

Otra faceta de la educación está relacionada directamente con la comunicación. Cuando padres e hijos se comunican en un ambiente de escucha mutua, respeto y empatía, pero manteniendo una jerarquía de competencias, el modelo educativo es bientratante. Cuando los padres ceden siempre a lo que quieren u opinan los hijos, cuando los distraen cambiándoles de tema o los engañan, esto es índice de incapacidad educativa y se inscriben dentro de los malos tratos.
  • Además de nutrientes para crecer y desarrollarse, los niños necesitan estímulos - apoyo y retos adecuados - de sus padres y otros adultos significativos (maestros, cuidadores). El reconocimiento y la gratificación por la obtención de logros están presentes en la parentalidad bientratante. Los comportamientos o discursos negligentes o que subestiman las capacidades de los niños perturban su desarrollo.
  • La modulación emocional es otro de los grandes objetivos de la educación. Los niños necesitan ayuda para aprender a modular sus emociones, controlar sus impulsos cuando desean algo o ante la frustración. Para adquirir controles internos, primero necesitan conocer la experiencia de regularse mediante controles externos. Los controles externos es lo que se conoce como “disciplina” a la que hicimos referencia en un párrafo anterior. El control educativo implica espacios de conversación sobre las vivencias emocionales y la forma de controlar las emociones. La repetición de transgresiones debe ser seguida de una reflexión sobre sus efectos en sí mismo y en los demás, así como sobre el sentido de penitencias y actos reparativos.
Tanto las CAPACIDADES como las HABILIDADES SE APRENDEN.
En base a lo hasta aquí expuesto se desprende que una parentalidad bien tratante se caracteriza, en forma resumida, por brindarles a los niños:
  • Una disponibilidad de diversos espacios relacionales para estimular sus diferentes áreas de desarrollo: afectivos, íntimos, lúdicos, de aprendizaje.
  • Estabilidad, continuidad a largo plazo de las relaciones afectivas necesarias al desarrollo.
  • Accesibilidad, lo cual significa presencia y disponibilidad.
  • Capacidad de percibir y mostrar alegría y satisfacción por sus progresos.
  • Una parentalidad eficaz, es decir, una parentalidad con resultados positivos.
  • Coherencia, los niños necesitan que los padres y otros adultos que los cuidan les den un sentido coherente a sus acciones. La búsqueda de sentido es uno de los motores con que los niños ingresan al mundo adulto.

C. Para terminar, señalaremos que estos buenos tratos no sólo dependen de la capacidad de los padres para criar a sus hijos, sino que también son el resultado de los recursos que la comunidad pone a su servicio a fin de ayudarlos a cumplir con su tarea.

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